jueves, 21 de abril de 2016

PERÚ PAÍS DE COSTUMBRES LAXAS


Camino a otro 5 de abril


21 de abril de 2016


César Hildebrandt

En el Perú se reivindicó a Echenique, a Piérola y hasta a Prado 
a través de sus hijos. El Perú es país de costumbres laxas y 
memoria breve. Por eso es que García pudo regresar al poder 
y por eso es que Iglesias, el gran traidor, reposa en la 
cripta de los héroes de la guerra del Pacífico.

EI fujimorismo ha regresado para vengarse. Su primera cuenta 
pendiente, ya anunciada por una Cecilia Chacón henchida de 
soberbia, es con los jueces que condenaron al ladrón y asesino 
que sigue siendo protagonista patriarcal del movimiento. La 
lista vengadora es larga y no tememos estar en ella. Aquí los 
esperamos.

Desvinculada de la ética, la política puede llegar a ser
una maquinaria implacable de acumulación de poder. El 
fujimorismo no es un partido en sentido estricto porque si 
algo caracteriza a un partido político son las ideas. Y 
el fujimorismo es, básicamente, un proyecto dinástico que 
aspira a liberar a su líder preso, borrarle el prontuario 
“por vías legales” -tarea en la que tienen amplia experiencia- 
y dejar que los poderes fácticos hagan lo que saben hacer 
mientras ellos se dedican al negocio de administrar el 
Estado -talento que todos les reconocemos-.

El domingo pasado el Perú ha querido que en la segunda vuelta
la elección sea entre una organización criminal, más potente 
que nunca, y un conservador que ofrece lo mismo -el inmovilismo- 
aunque tenga el “mérito" de carecer de cuadros disciplinados
y propósitos firmes. Con el fujimorismo enfrentamos a una 
mafia monolítica. PPK es un ultraliberal que puede matizar 
planteamientos y que puede recordar, a veces, que la palabra 
decencia existe.

Durante años, con parte de la plata robada y con la ayuda 
del empresariado voraz que remató el Perú en los 90, 
el fujimorismo ha financiado la construcción de una maquinaria
electoral de nivel nacional. Lo ha hecho a su estilo: reclutando
con dádivas, ofreciendo futuras obras, apelando al recuerdo 
de aquella mano dura que los peruanos parecen siempre echar 
de menos. El fujimorismo cree ser original cuando, en realidad, 
es una reencarnación del odriismo. Es cierto que hay diferencias,
pero todas ellas favorecen a Odría.

Si Martín Adán viviera, diría que hemos vuelto a la normalidad. 
En efecto, la democracia menesterosa de la que nos jactamos -esa 
que convierte al Perú en el país más conservador del continente- 
le ha dado el control absoluto  del Congreso a la hija del hombre 
que clausuró esa institución, creó una miserable y apócrifa y 
produjo desde ella la Constitución-candado que nos ató para 
siempre a los intereses de la derecha más vulgar.

Un país urgido de cambios, dados los índices de desigualdad que 
padece, opta por la derecha que quiere menos regulaciones 
laborales y ambientales, más privatizaciones, más dominio sin 
culpa de los grandes intereses.

Un país que atraviesa una crisis institucional, de la que es
solo un ejemplo la vergonzosa actuación del Jurado Nacional 
de Elecciones, le el dominio parlamentario absoluto al 
partido cuya figura principal, Alberto Fujimori, destrozò 
las instituciones como nadie –ni siquiera el ejército de 
ocupación chileno- se había atrevido a hacer.

Un país que tiene un severo problema de inseguridad ciudadana
le da un cheque electoral en blanco a quienes aplaudieron la 
creación de grupos paramilitares de exterminio y no dijeron 
nada cuando salieron a la luz planes de asesinato en contra 
de algunos opositores, operaciones abortadas gracias al valor
de Mariella Barreto, la agente del SIE que terminó descuartizada
y cuya cabeza jamás pudo encontrarse. iKerosene ha vuelto!

Un país que necesita renovarse, diversificarse, extender el 
horizonte de sus metas económicas elige a dos rancios 
guardaespaldas del modelo que la prensa concentrada 
considera "sagrado”.

En resumen, unas elecciones abiertamente semidemocráticas, 
cuando no fraudulentas (obsérvese la actitud del JNE frente 
a las alianzas 24 horas antes del día de la votación), 
determinan que una fuerza que desprecia el consenso y 
ama la prepotencia se apodere del Congreso de un modo 
tal que ya no necesita, como en el 2000, comprar 
a ningún Beto Kouri.

En los próximos cinco años tendremos un régimen 
parlamentario en manos del fujimorismo. ¿le daremos 
también, redundantemente, el Ejecutivo? ¿Qué podrán 
hacer la inescrupulosa Keiko Fujimori y el sin bandera 
José Chlimper, azuzados por las Chacón y las 
Alcorta, con el Congreso y el Ejecutivo en sus manos?.

-Eso se llama gobernabilidad –diría Jorge Morelli, el 
ideólogo en la sombra del fujimorismo.

Yo le respondería:

-Eso, de suceder, se llamará empacho de poder, monopolio 
en manos turbias, chavismo de derecha. Eso sería el 5 
de abril sin tanques ni balazos ¡pero con los mismos 
resultados! 

FUENTE:
Publicada en la revista HILDEBRANDT EN SUS TRECE del 15-04-2016



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